lunes, 8 de junio de 2009

Gattaca, de Andrew Niccol

Gattaca, Columbia Pictures
Gattaca, dirigida por Andrew Niccol, 1997

La película de Gattaca muestra un supuesto futuro cercano en el que el destino de los hombres viene predestinada por una serie de letras, la G, A, T y C, es decir, las proteínas del ADN. En este futuro, el control científico de la herencia genética es tal que que la mayoría de los hombres ha sido preconfigurado para evitar cualquier problema genético, desde las enfermedades graves hasta la calvicie o la miopía. Sólo unos pocos, los hijos de Dios o hijos de la fe, han sido concebidos naturalmente. En cambio, los mejores hombres -genéticamente, por supuesto- pueden cumplir sus sueños: conseguir mejores trabajos y, cómo no, trabajar en la NASA del momento, GATACA.

El protagonista de Gattaca, Vicent, es fruto del amor de sus padres y, por tanto, se ve abocado a luchar contra este sistema que le niega sus anhelos. Cuando está punto de conseguir su sueño de viajar a las estrellas, un asesinato en su unidad de entrenamiento amenaza con desvelar su verdadera naturaleza genética y con dar el traste su futuro.

El hombre posmoderno quiere controlar su futuro y merecerse su vida. Si uno fracasa, es porque no ha acertado con sus planes o porque alguien (la sociedad, el Estado o el contexto económico) se lo impide. Pero el planteamiento en Gattaca nos asusta porque nuestro porvenir lo determina lo más incontrolable posible: nuestros progenitores y la mezcla genética cuasi mágica que se produce en nuestra concepción. La película además pulsa en el Avanzar de la máquina del tiempo y nos plantea: ¿es ese el porvenir al que arribaremos si seguimos con el estudio y configuración genética? O aún mejor, ¿es el futuro que deseamos?

Gattaca es efectiva en el planteamiento de estas preguntas, pero quizá su trama es algo plana y los personajes carecen de cierta profundidad de carácter. Tampoco su manejo del lenguaje fílmico (uso de planos, movimientos de cámara y montaje) es brillante, pues mensaje parece mandar sobre la forma. Gattaca, por ello, se parece más un ensayo fílmico que plantea ideas sin excesivos tapujos y sin caer en uno de los defectos de muchas películas posteriores: la encadenación de escenas de acción que aportan poco a la trama final.

La preeminencia de las ideas sobre la forma también filtrará a los espectadores que vean Gattaca. Quien busque planteamientos nuevos, ideas puestas a rodar en la cuesta de la historia y del pensamiento, estará encantado con Gattaca. Quien busque una película espectacular, con peleas imposibles en escenarios futuristas, mejor que se compre Matrix o Aeon Flux.

domingo, 18 de enero de 2009

Inteligencia Artificial, por Steven Spielberg

Inteligencia Artificial, Warner Bros Pictures & Dreamworks Pictures
Artificial Intelligence, dirigida por Steven Spielberg, 2001


Inteligencia Artificial es una de las películas de Steven Spielberg más maltratada por los críticos. Se le reprochan dos defectos fundamentales: primero, es muy larga de metraje e irregular (dura 145 minutos); segundo y muy relacionado con lo anterior, se critica el final por su exceso de sentimentalismo y lirismo. Los expertos perdonan parte de la culpa de Spielberg por el hecho de que Inteligencia Artificial era un proyecto original de Stanley Kubrick, que el director de Jurasic Park llevó a cabo por recuerdo del entonces rencientemente fallecido.

David es un niño robot creado, en una época de baja natalidad forzada, para hacer de hijo perfecto para los humanos que quieran tener un niño. Los Swinton acogen al pequeño robot con cariño hasta que el verdadero hijo de la pareja sale, inesperadamente, de un largo coma. Mónica Swinton, ante la alternativa de que destruyan al niño, decide liberarlo en el bosque para que huya. Comienza entonces la búsqueda de David del Hada Azul, que, como hizo con Pinocho, le convierta en humano y así volver a ser admitido en su familia.

Es difícil no estar de acuerdo con la primera de las quejas de los críticos, la irregularidad y metraje de Inteligencia Artificial. Existen escenas enteras que aportan poco a la trama y que ni siquiera, por su espectacularidad, entretienen al espectador. Además, algunos elementos de éstas carecen de la elegancia propia del director: los cazadores de robots, en moto de trial, resultan cómicos y cutres, y tampoco vemos grandes avances tecnológicos, exceptos los robóticos, a lo largo de la película.

En cuanto al final, disiento de la crítica general: me parece no sólo pertinente, sino lo único que le da profundidad a la película y que, por tanto, la salva de caer en la superficialidad absoluta. El personaje de Gigolo Joe le dice al pequeño David que los humanos les tienen envidia porque, cuando todos ellos mueran, sólo quedarán los robots. El hecho de que las experiencias, positivas y negativas, de un robot infantil que quiere ser humano pueda ser lo único que quede de nuestra civilización resulta brillante. ¿Qué es lo definitivamente distinto de nuestro mundo? ¿Qué es lo esencialmente humano? ¿Nuestros éxitos tecnológicos, nuestra historia de conquistas y pérdidas, o aquello que nos hace humanos, nuestra capacidad de amar?

Inteligencia Artificial es una película larga, en momentos perezosa, pero que también consigue tocar en el núcleo de la Ciencia Ficción. Disgustará a aquellos que esperan una película sólo espectacular, llena de peligros, saltos imposibles y explosiones de espectáculo. Gustará aquellas que se hayan planteado alguna vez qué persistirá de nuestro mundo cuando lo inevitable, la muerte de todos los individuos, se haya producido. I.A. quizá por ello se aprecie no en un primer visionado, sino, una vez saciado el apetito por el ¿qué va a pasar?, en una segunda o tercera percepción más tranquila, más detallista.

No sabemos lo que hubiera producido Kubrick si hubiese llevado hacia adelante el proyecto, pero, Spielberg no consiguió arruinarlo del todo. Hay que pensar que, al fin y al cabo, lo único que nos queda ya de Kubrick es su filmografía: minutos y minutos de historias. Justo como sucede en Inteligencia Artificial.